INVIERNO
(Cualquier
invierno de mi infancia en los sesenta…)
Enero.
Mañana.
Ruido de cascos
sobre el
empedrado.
Apagadas voces...
Y luego… silencio.
Ladridos cercanos.
Pereza…
Desgana…
Sábanas calientes.
Gemido en el aire
agudo e hiriente.
Matanza.
Aullido de viento
en la chimenea.
Amplia.
Inmensa.
Apagada.
Vibran los
postigos.
Y muy poco a poco
despierta la casa.
Crepitar de lumbre,
encina mojada
que humea
en la estancia.
Aroma a café.
Las primeras
brasas
doran las tostadas.
Me asomo a la
calle.
Hacia el horizonte
negros nubarrones.
Mujer enlutada
abriendo su puerta.
Gruesos goterones.
Borrosas y oscuras
siluetas lejanas.
Manos enguantadas.
Botas “katiuskas”
pisando los
charcos,
siguiendo a mi
hermana.
Azules carámbanos.
Rodillas… heladas…
Comienza a llover.
Mañana de escuela
gris y
“machadiana”.
Con monotonía
resbalan las gotas
sobre los
cristales…
cantamos “la
tabla”…
Regreso a la casa.
Al viejo brasero
de oscuras
enaguas.
Olor a puchero.
Arrecia la lluvia.
La mesa camilla.
Labores de aguja
en torno a su
magia.
Un trueno retumba…
¡Se me encoge el
alma!
Entran dos vecinas.
Animada charla.
El rum rum del
gato…
Ulular del viento…
La radio que suena….
discos dedicados.
De nuevo el café.
Y sobre las ascuas,
las manos calientes,
bellotas asadas.
Me acerco a la
plaza.
Rincón de la torre.
Manos… ateridas…
Rodillas… heladas…
Con su chorro
lento,
(desgastado bronce)
la cercana fuente
triste y
solitaria.
Es tarde. Anochece.
Tres sombras que
pasan,
negras y mojadas.
Un perro cojea
con mirada tierna.
Y, como dormida,
tañe una campana.
Se aleja la lluvia…
Fachadas
brillantes…
Puertas atrancadas…
Luces que se
apagan…
Dentro del hogar
aroma a natillas,
crepitar de
lumbre.
Sobre los tejados,
brillantes de
luna,
(cristales de
hielo)
se extiende la
escarcha…
Desde la
distancia…
María Prieto
Sánchez. Mayo 2011.
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