miércoles, 4 de abril de 2018

EL RINCÓN DE MI MEMORIA: "EL DOBLAO DE MI CASA DE LA CALLE ZARZA"


EL DOBLAO DE MI CASA DE LA CALLE ZARZA.
HIGUERA DE VARGAS (BADAJOZ)
El doblao de mi casa, memoria de mi niñez. Lugar misterioso y atrayente, lúgubre de noche, solitario de día. Historias que se contaban al amor de la candela. El aullido de los vientos invernales que se colaban de noche por el pequeño ventanuco de arriba, me aterrorizaba y poblaba mis sueños de pesadillas imposibles, o imágenes de terroríficos fantasmas, que se agrandaban por la luz titilante del candil de aceite que alumbraba a mi madre cuando subía a por algo, de noche. Cuando se perdía por la escalera, después de oir el quejido chirriante y quejumbroso de la vieja puerta, a mí me parecía que no iba a regresar nunca más, tragada por los negros y perversos monstruos que habitaban allí arriba.
 De día, con la luz del sol que se colaba tenuamente, alejando monstruos y tinieblas, pasaba muchos ratos explorando sus rincones polvorientos: el viejo baúl donde se guardaba la ropa antigua y desechada, con la que me disfrazaba para ensayar pequeños teatrillos o cantar coplas famosas que aprendía de la radio con mi madre y que luego representaba ante una fila muda y atenta de muñecos de mirada fija e impasible. El haz de sol cuajado de motitas de polvo que se colaba por una hendidura entre las tejas, hacía la veces de foco en mi escenario imaginario.
Me emociona recordar especialmente un traje de legionario que mi padre tenía de pequeño y que yo me probaba una y otra vez con ademanes marciales. Más tesoros...las viejas "naguas" de la camilla, los paños rotos de crochet que me servían de velos, amarillentos retales de sábanas deshilachadas o roídas por las ratas…sillas desfondadas de bayuncos o antiguos reclinatorios rotos, escupideras o palanganas desconchadas, cajas de cartón con novelones antiguos de mi abuela Eladia que me gustaba repasar una y otra vez, viejos aperos de labranza de mi padre, los cuartillos de madera para medir el grano y que yo utilizaba para jugar a las casitas…
 Y...¡las ratas…! Mi enemigo en ese territorio de las alturas que, para algunos niños, a veces, se convertía en lugar de castigo, aunque yo nunca pasé por esa amarga experiencia. Las ratas y los ratones campaban a sus anchas entre las trojes colmadas de trigo, de cebada, de garbanzos o melones y sandías que mi padre cosechaba con esfuerzo y entre todos acarreábamos al doblao. O entre las cántaras del aceite de nuestros olivos que olían al orujo rancio del molino.
Nuestro gato, un gato negro, arisco, ladrón y traicionero, correteaba sinuoso a través del zaguán, por el día y por la noche, subiendo con sigilo las escaleras del doblao, ondulando su silueta felina y silenciosa a través de la gatera de la puerta.
Otro enemigo en las alturas, ¡horror… las telarañas! De pronto una sustancia pegajosa y repugnante se pegaba a mi cara, enredándose en mi pelo o en mi ropa y me hacía casi rodar de asco por la escalera. En aquella escalera de peldaños desgastados y cubiertos de calizo, se apiñaba un batiburrillo de objetos que mi madre utilizaba en las labores de la casa. También en ellos, guardaba yo “mis trastes” de jugar a las casitas, mis muñecos, mi diabolo, mis pelotas o mi comba de saltar. 
Cuántas mañanas de verano acudía arriba a inventar historias maravillosas que vivía intensamente, perdiéndome en ellas embelesada y abstraída, hasta escuchar a mi madre que me llamaba gritando: “¡Mariiiiiiiii…!”, con aquella potente, clara y cantarina voz que resonaba por toda la calle Zarza y que tenía la virtud de bajarme "de las alturas" y colocarme otra vez los pies en la tierra...
En fin…viejas historias que recuerdo con muchísimo cariño, de aquel tiempo que quedó atrás…

Las fotos están tomadas del blog del emeritense Justo Berjano. "Doblao de la Tía Mari".
“El Rincón de mi Memoria”. María Prieto Sánchez
La Palma del Condado. Octubre 2015.

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