Foto: Alejandro Ávila Fernández. Iglesia de La Palma del Condado. Huelva. |
NOCTURNO EN CUARTO MENGUANTE
Medianoche pasada.
Medianoche pasada.
Subo
despacio los peldaños altos
del último tramo.
Abro la azotea...
mi atalaya de días soleados
del último tramo.
Abro la azotea...
mi atalaya de días soleados
y
sábanas blancas,
ahora en penumbra.
ahora en penumbra.
Las
bisagras chirrían
en la
puerta metálica.
Ecos que
palpitan en la casa
de
enfrente.
La vida noctámbula en lo alto
discurre.
Resbala el silencio por el duro pretil
donde apoyo mis brazos.
En cuarto menguante
la luna se encoge, se esconde
en cenizas de nubes dispersas
y estrellas que humean.
Un halo de luz
no lejano
atrae mi mirada.
La torre soberbia, imponente,
vigila la vida
con palomas ocultas en sus oquedades,
sin arrullo en el alma
de dormidas campanas.
Y desde la distancia
a mis ojos callados le sirve de faro.
Un punto de luz anclado en el aire
que evita el naufragio
en un mar de nubes perdidas
y un aire vacío.
Y en este paisaje
de siluetas difusas, de tejados oscuros
como sombras chinescas que tapan el sueño...
se avivan incendios de insomnio,
de esperanza incierta
y de soledades.
La luz de la torre
que sigue brillando en onírica hipnosis
atrae mi mirada
sin pensar en nada, ciego el pensamiento.
-...Y de pronto un sonido que parte la noche
los raíles que tiemblan
en un tren que se marcha...-
El cielo se cae sobre mi cabeza.
El frío del relente
se apoya en mis brazos, me cala
por dentro.
Bajo silenciosa los altos peldaños
del
último tramo.
Me refugio en mi cama y la noche
Me refugio en mi cama y la noche
me
arropa.
El reloj de la sala prosigue su curso…marcando las horas.
El reloj de la sala prosigue su curso…marcando las horas.
María Prieto
Abril 2920
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