SIN HACER RUIDO
El verano se aproxima con sigilo,
sin hacer ruido,
empujando los instantes invisibles
de una primavera
enlentecida y lánguida.
El estío, va asaltando la plaza,
el aire, los caminos,
los silencios enconados,
los corazones apagados de los árboles...
las esquinas embozadas
de las últimas calles sin gente.
No resuenan los pasos en los jazmines del aire
que proviene de abril,
no hay alegría que explote
soledades,
ni campanas que repiquen
por las cruces de mayo
sin flores encarnadas que adornen
sus altares.
La fiesta y sus colores quedaron desvaídos,
encerrados en el desván
donde se guardan los sueños
entre el polvo acumulado de los años.
Cauteloso, sin alboroto,
el verano avanza en su vanguardia
sin apenas resistencia...
recogiendo los restos esparcidos
El verano se aproxima con sigilo,
sin hacer ruido,
empujando los instantes invisibles
de una primavera
enlentecida y lánguida.
El estío, va asaltando la plaza,
el aire, los caminos,
los silencios enconados,
los corazones apagados de los árboles...
las esquinas embozadas
de las últimas calles sin gente.
No resuenan los pasos en los jazmines del aire
que proviene de abril,
no hay alegría que explote
soledades,
ni campanas que repiquen
por las cruces de mayo
sin flores encarnadas que adornen
sus altares.
La fiesta y sus colores quedaron desvaídos,
encerrados en el desván
donde se guardan los sueños
entre el polvo acumulado de los años.
Cauteloso, sin alboroto,
el verano avanza en su vanguardia
sin apenas resistencia...
recogiendo los restos esparcidos
que va
dejando a su paso
una exangüe primavera sin aroma de nardos,
sin florituras ni alharacas.
Y van quedando atrás
apenas unos trinos que despiertan
el aire dormido, entre flores ya secas de azahar,
apenas unas tímidas amapolas
reverdecidas, solitarias,
meciéndose en los trigales abandonados...
como si no ocurriera nada.
La primavera se declara derrotada
y avanza hacia el final ascendiendo la ladera
de este mes desorientado,
con los geranios refugiados en los patios
viviendo su soledad de claustro.
una exangüe primavera sin aroma de nardos,
sin florituras ni alharacas.
Y van quedando atrás
apenas unos trinos que despiertan
el aire dormido, entre flores ya secas de azahar,
apenas unas tímidas amapolas
reverdecidas, solitarias,
meciéndose en los trigales abandonados...
como si no ocurriera nada.
La primavera se declara derrotada
y avanza hacia el final ascendiendo la ladera
de este mes desorientado,
con los geranios refugiados en los patios
viviendo su soledad de claustro.
Una
primavera en fuga,
que se
retira antes de tiempo
y se
oculta en el trémulo ramaje
que le
impide volar por el cielo
de
mañanas
que
deambulan sin rozarla.
Y se
rinde ante un verano, obstinado y prematuro,
con la
entereza de los cálidos vientos
que
anuncian otros días
que
huelen a mar,
a luz, a
sol, a nubes azules,
a
libertad de cal entre paredes blancas
con las
puertas abiertas
a las calendad
de julio.
A la
vida, en fin, que resurge en su letargo.
Un
verano,
que
huele a brisa fresca
en las
noches espléndidas de agosto
repletas
de luna y universo
en un
firmamento
abarrotado
de
brillantes perseidas.
Se
doblegó la primavera, ante un verano claro
que se
declara vencedor.
Como si
no pasara nada, se irá mayo
y junio…llegará
antes de tiempo.
Algo se
dejó atrás y se perdió para siempre…
en los
silencios de abril.
Texto y foto:
María Prieto
Mayo 2020
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