PONIENDO VOZ A LOS SILENCIOS
Cárcel de Mujeres de Ventas, Madrid.
Posguerra civil española)
Perdido todo…
se encontraron de pronto
en un espacio oscuro,
sórdido, hacinado,
donde el vértigo
deshacía la memoria
y caía hacia el abismo.
Trataban…de sobrevivir.
La guerra resonaba y quemaba
todavía en sus pestañas
pero otra, más sorda y callada,
se abatió de golpe sobre ellas.
Se levantaron muros
y el tiempo quedó afuera,
la memoria perdida.
Acorralando sus miedos…
el pensamiento único y traidor
de los caudillos del silencio.
Mujeres de posguerra,
ahogando gritos
en la cárcel de Ventas.
Sus voces, entre susurros
y el dolor, abrían caminos,
rompían los silencios.
Filas en los pasillos
con aires marciales,
otras mujeres,
celadoras del orden,
cancerberas,
a veces (solo a veces)
compasivas.
Vigilantes adiestradas
extirpando los jirones
maltrechos del alma
y los derechos
de la nueva mujer republicana.
Represaliadas, reclusas,
sin cobardías
a pesar de los temores.
En su frente despejada
reflejaban justicia, dignidad,
coraje, resistencia,
impotencia sin llanto
ante los ojos terribles del miedo.
La primera mujer que iba a morir…
se llamaba Hortensia.
La mujer que iba a morir
no sabía…
que el miedo agazapado
tiene los ojos cansados
y un vórtice voraz
que se traga los sueños
y la vida…
y la otra vida que temblaba
en su interior
como un arrullo de viento leve
en su vientre
que acariciaba poco a poco.
A veces, reía. A veces, permanecía
sobre su petate enrollado
y escribía en un cuaderno azul,
regalo de Felipe, su amor.
Escribía lentamente,
con la derrota
colándose en lo hondo,
escatimándole los recuerdos
a la muerte,
deshabitándose por dentro,
vertiendo la amargura
en el papel…
mientras dictaban su sentencia.
“El miedo de Elvira.
El miedo de Hortensia.
El miedo de las mujeres
que compartían la costumbre
de hablar en voz baja.
El miedo en sus voces.
Y el miedo en sus ojos huidizos,
para no ver la sangre.
Para no ver el miedo, huidizo también,
en los ojos de sus familiares.”
¿Cómo no sentir vértigo
con los recuerdos por morir?
Y yo leía…
y lloraba…
y derramaba todo el miedo
que ellas no lloraron.
Y alzaba la voz por ellas
poniendo palabras a sus silencios
en un grito de rabia líquida
derramándose en filamentos
de una pena soluble y vulnerable
de tantas…que se quedaron en el camino,
tapando la noche.
No obstante, renacía la esperanza…
en aquel cuaderno azul, atesorado
entre las manos de una niña, ya mujer
rescatando, entre sus letras,
la memoria de una flor…con el tallo cortado.
Ojalá que otras voces,
broten de los silencios,
que despierten a tantas
voces dormidas.
Porque se va la vida en un suspiro
como las aguas en los ríos…
no debemos dejar
que se olvide el olvido.
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(El texto anterior entrecomillado y en cursiva, pertenece al libro.
Y este, es su comienzo:
“La mujer que iba a morir se llamaba Hortensia. Tenía los ojos
oscuros y no hablaba nunca en voz alta. Sólo cuando la risa le llenaba
la boca, se le escapaba un Ay madre mía de mi vida que aún no había
aprendido a controlar, y lo repetía casi a gritos sujetándose el
vientre. Se pasaba gran parte del día escribiendo en un cuaderno azul.
Llevaba el cabello largo, anudado en una trenza que le recorría la
espalda, y estaba embarazada de ocho meses…”)
Dedicado a la memoria de Dulce Chacón, poeta y novelista, por rescatar del silencio y el olvido a tantas voces dormidas de mujeres que creían en un mundo mejor y más justo.
Texto y foto: María Prieto
Abril 2021
Leer en Poémame
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